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¿Y ESO DEL MUSEO NO SERÁ NEGOCIABLE?
Una crítica desde lo urbanístico

El papel de las ciudades en la era de la información es ser medios productores de innovación y de riqueza, pero es, aun más, ser medios capaces de integrar la tecnología, la sociedad y la calidad de vida en un sistema interactivo, en un sistema que produzca un circulo virtuoso de mejora, no sólo de la economía y de la tecnología, sino de la sociedad y de la cultura.
17 Manuel Castell
Para desarrollar una crítica desde lo urbanístico en torno a la Tabacalera, podríamos analizar el impacto que tienen los llamados «regeneradores urbanos» en los barrios en los que se ubican, y de los que en Lavapiés tenemos unos cuantos ejemplos y todo un catálogo de consecuencias. También podríamos hacer un análisis de la enorme distancia existente entre los estándares de dotaciones y equipamientos que marca el urbanismo oficial y la realidad del barrio, comprobando cómo ya sobran equipamientos de carácter singular, de nivel metropolitano e incluso supramunicipal, mientras persisten enormes carencias en dotaciones que den servicios básicos al barrio. Sin embargo, aunque algo comentaremos sobre estos temas (y no renunciando a profundizar en ellos en el futuro), preferimos abordar el tema desde lo que se ha venido en llamar marketing de ciudades o marketing urbano. Según Gómez Rodríguez, el marketing urbano consiste en la adopción de la orientación al mercado en la gestión de las ciudades, diseñándolas para satisfacer las necesidades de sus mercados meta.18 Pese a que el concepto no nos gusta en absoluto, por lo que supone de abordar el desarrollo de la ciudad como si de una empresa se tratara, buscando principalmente el éxito en una economía global que despreciamos, no podemos obviar que el modelo cada vez cobra más fuerza y en concreto en Madrid, como veremos, parece ser inevitable. Harvey habla de tres aspectos que pueden ser aplicados a una ciudad emprendedora:19 1. El estilo urbano empresarial está íntimamente ligado a la colaboración público-privada para lanzar las estrategias de revitalización de las ciudades. 2. La actividad de estas coaliciones es empresarial porque es especulativa en su diseño y ejecución. Esto significa la adopción de riesgos por parte de los gobiernos locales que invierten fondos públicos en iniciativas cuyo éxito es difícil de predec ir. 3. El estilo empresarial se centra mucho más en la «política económica del lugar» que en la de «territorio», los proyectos destinados a revitalizar la ciudad se diseñan sobre puntos concretos, esperando que éstos vayan a generar crecimiento para el resto del área en vez de diseñar políticas que engloban a toda la población de un territorio . Si comparamos estos tres aspectos con el recientemente presentado por el Ayuntamiento Plan Especial de Revitalización del Centro Urbano (PERCU), nos damos cuenta que los cumple todos. Aunque el gobierno municipal no lo diga de forma explícita, el PERCU no es otra cosa que marketing urbano. Pero no solo eso, si atendemos a las declaraciones del principal grupo de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, el socialista, su modelo urbano no es otro que el de Barcelona, máximo exponente en el Estado de este tipo de urbanismo. Así que parece que no podemos escapar a que en los próximos años las políticas en la ciudad se definan bajo este paradigma. Incluso parece que el propio Ministerio de Cultura algo ha leído al respecto, si no, no mencionaría en su proyecto para la Fábrica de Tabacos cosas tales como que con él se conseguirá «la revitalización de un área urbana» y que la operación será «de la máxima rentabilidad cultural, social y económica». Intentaremos, en cualquier caso, hacer una revisión crítica de lo que, desde nuestro punto de vista, debería suponer una estrategia de marketing urbano en un barrio como Lavapiés y en un proyecto como el de la Tabacalera. Siguiendo a los autores que han desarrollado el concepto que no ocupa, para que una estrategia de marketing urbano pueda tener éxito en «todo el proceso de planificación y gestión (...) debe recoger de manera explícita (...) elementos tangibles e intangibles».20 Los elementos tangibles son las infraestructuras físicas que la ciudad necesita, los intangibles de la ciudad son las personas que en ella habitan, la actividad que éstas desarrollan y los efectos de dicha actividad. Es habitual que en los planes urbanísticos se cuente con los aspectos tangibles, pero que se ignoren los intangibles, la intervención en Lavapiés es todo un ejemplo de ello, y sin embargo los intangibles son clave para el futuro de la ciudad y para su éxito. Los elementos tangibles de la ciudad. Analizaremos someramente la gestión de los elementos tangibles de la ciudad, por ser los más conocidos. Según Kotler21, las principales etapas por las que ha de pasar una ciudad (o un barrio) para su revitalización son: 1. Un diseño que aumente su atractivo y desarrolle de la manera más completa posible sus capacidades y valores estéticos. Dicho diseño debe trabajar a favor de la convivencia y confort de l@s ciudadan@s, debe atender a la comprensión que de él tienen sus habitantes, debe reflejar las características especiales que posee el barrio en el que se actúa y debe permanecer atractivo en el tiempo. «El diseño urbano da información sobre el carácter de [un barrio] y define cómo éste es transmitido de una generación a otra, ya que refleja la manera en que los valores y la toma de decisiones se combinan en asuntos que afectan al desarrollo de la misma ciudad».22 En Lavapiés, desde luego, el diseño urbano si algo refleja es el despotismo de las distintas administraciones, que en ningún caso han atendido a los gustos y necesidades de l@s vecin@s, ni tampoco al carácter del barrio. Es más, en su afán por crear «espacios públicos de calidad» están cayendo en unas de las más repetidas paradojas del urbanismo moderno, como es buscar la diferencia, para obtener ventajas comparativas en la competitividad interurbana, para terminar creando una imagen similar a la de cientos de ciudades del mundo. Y mientras, l@s vecin@s achicharrándose sobre los lujosos adoquines portugueses del nuevo ¿parque? de Agustín Lara. Así, Lavapiés avanza imparable hacia lo que algunos autores han denominado la «disneyficación» de los centros urbanos que, siguiendo la filosofía de la empresa Dysney en sus parques temáticos, exalta el espectáculo, lo efímero, «la historia como pastiche, la geografía de la fachada, la fantasía como propiedad y la experiencia sensual como mercancía».23 No es difícil adivinar el papel que pretende jugar el proyecto de la Tabacalera bajo este esquema. 2. El barrio debe tener una infraestructura básica que permita la movilidad de personas y mercancías, compatible con el medio ambiente. En este punto seremos especialmente breves: el caos circulatorio, el ruido, la falta de itinerarios peatonales, el descontrol de la carga y descarga, la dificultad de acceso de servicios de urgencia, por apuntar tan solo algunos ejemplos, hacen que no sea necesario extendernos más en el análisis. 3. Se debe dotar al barrio de servicios básicos de alta calidad. Insistimos, SERVICIOS B¡SICOS, entre los que, evidentemente, no se cuentan docenas de equipamientos culturales de ámbito metropolitano o estatal. Hablamos, por poner algunos ejemplos, de sanidad entendida no solo como creación de centros asistenciales, sino también como prevención, vigilancia y asistencia de conductas que afectan a la salud, desde las instituciones y también desde el propio barrio, desde las redes familiares, vecinales, etc. Hablamos de seguridad, pero no en términos de represión, sino de justicia social, seguridad concertada entre la institución local y la sociedad civil, producida desde el territorio. Hablamos de educación, pero no solo de creación de centros educativos, sino de formación continuada producida por y para l@s ciudadan@s. A nososotr@s no nos es difícil imaginar el papel que la Tabacalera podría jugar en la dotación de estos servicios básicos, y no sólo por la posibilidad de instalar distintos equipamientos, sino por las experiencias habidas de autoconstrucción ciudadana en distintos centros sociales autogestionados en los últimos años. 4. Por último, el barrio necesita de una serie de atractivos para los propios residentes y para los visitantes. Los atractivos de una ciudad se suelen identificar con los edificios, las dotaciones monumentales y arquitectónicas, los eventos, etc. Desde nuestro punto de vista, el atractivo de un barrio como Lavapiés está en la potenciación de su identidad colectiva, de «la organización interna del espacio [que facilite] la cohesión sociocultural de las comunidades (barriales, de grupos de edad, étnicas, etc)»24 No en vano, si por algo es conocido (y atractivo) Lavapiés aun hoy, a pesar de la progresiva homogeneización que produce la rehabilitación, es por su diversidad social, cultural, política, económica... «¿Por qué la mayor parte de la población se siente mejor en barrios como Lavapiés o el Downtown de Los ¡ngeles que en La Moraleja o Rodeo Drive? (...) La tesis que defendemos es que este tipo de espacios urbanos son los nuevos centros de innovación. Y si además tenemos seriamente en cuenta la nueva centralidad que en nuestro mundo contemporáneo tiene la producción inmaterial -cognitiva, relacional, afectiva-, consideramos que se hace necesario el empezar a estudiar estos lugares urbanos como modelos relevantes de producción de riqueza social, como las nuevas tecnópolis productivas del habitar contemporáneo. Siguiendo las líneas trazadas por los filósofos de la multitud -entendiendo aquí filosofía como la producción de conceptos, y éstos como activadores de acontecimientos-».25 Sin lugar a dudas, la Tabacalera como sede de los museos de Artes Decorativas y Reproducciones Artísticas no aportará nada al atractivo de Lavapiés, de hecho nadie, que sepamos, reivindica la instalación de estos u otros museos.26 Apostamos claramente por la Tabacalera como centro social total, en el que puedan convivir, de forma autoorganizada, la creación con la formación, con el servicio, con el equipamiento público, con la producción inmaterial, con la construcción de comunidad... Los elementos intangibles de la ciudad. «Partimos del planteamiento de que las infraestructuras físicas [los elementos tangibles] son necesarias, pero son los intangibles de la ciudad los que realmente pueden aportar un valor diferencial añadido, el cual es un elemento clave de competitividad».27 Los intangibles a potenciar en la gestión estratégica de un territorio son los siguientes : 1. Potenciación y difusión de valores humanos. «Los valores poseen un gran efecto dinamizador de las capacidades de las personas, de ahí la importancia que puede tener para el desarrollo urbano, (...) consideramos que la calidad de los valores de una sociedad determina la calidad del conjunto de sus actividades, lo que puede servir de freno o impedimento para el desarrollo de determinadas estrategias de desarrollo y crecimiento urbano, pero también de estímulo y de oportunidad. (...) Consideramos que la importancia de gestionar adecuadamente los valores radica en que éstos son el fundamento para el desarrollo de la sociedad civil».28 Y sin embargo, hasta el momento en Lavapiés las administraciones han obviado los valores, diversos, de l@s vecin@s del barrio, han preferido intentar implantar unos valores alternativos, aptos para l@s nuev@s residentes que buscan (culturales, económicos, turísticos, de ocio...) No es sorprendente que a pesar de la ingente propaganda desplegada desde el poder, algunos valores defendidos por los sectores vecinales más dinámicos (de igualdad, respeto a la diferencia, autogestión, contestación política...) hayan tenido un considerable éxito incluso entre es@s novísim@s vecin@s29 venidos tras la rehabilitación. No es sorprendente que a pesar de los millones gastados, una buena parte del barrio se resista a políticas de rehabilitación que no consideran suyas sino, muy al contrario, que entienden en muchos casos como una agresión. La Tabacalera es un lugar ideal para explorar y potenciar los valores de la ciudadanía diversa de Lavapiés, un espacio perfecto donde poder desarrollarse y dinamizar sus capacidades. Y sin embargo parece que esto no se ve... o no se quiere ver. Evidentemente es más fácil la gestión al margen de l@s vecin@s, aunque se tenga asegurado el enfrentamiento. Quizás es que políticamente es más cómodo, más interesante, la destrucción de la comunidad, aunque esto suponga tener asegurado el fracaso en la búsqueda de esa diferenciación necesaria en la competencia interurbana. 2. Aspectos sociológicos de las ciudades. Se refieren a la sociedad entendida como un entramado de relaciones entre las personas que en ella conviven. Los gestores deben actuar en la potenciación de la sociedad civil y el desarrollo del funcionamiento en red (redes explícitas y difusas); refuerzo de la convivencia; prestación de un nivel de servicios al ciudadano acorde con sus necesidades y exigencias; capacidad de garantizar un nivel de seguridad ciudadana no solo frente a la violencia o al robo, sino sobre todo frente al desempleo, la precariedad y la pobreza; y también frente a los problemas derivados del tráfico...; fomento de actividades que potencien el vínculo emocional de l@s vecin@s con el barrio, el arraigo y su apropiación, y también que faciliten la autoestima y el crecimiento personal de l@s ciudadan@s. «En la aplicación y desarrollo de este conjunto de medidas que tratan de potenciar el intangible sociológico de la ciudad, (...) es imprescindible la implicación y la participación de la sociedad civil».30 Y también son imprescindibles espacios públicos, espacios sociales, donde todos estos aspectos se puedan desarrollar, espacios que hoy no existen en Lavapiés. Para Boisier, la construcción social de una ciudad es «una obra colectiva de arte», de agentes locales, de instituciones, de movimientos sociales locales y de su propio gobierno, todos ellos «integrados en un principio de identidad y pertenencia que los moviliza ampliamente (participación) en torno a grandes consensos (concertación)»31 3. Conocimiento e información. «Actualmente el grado de desarrollo de una sociedad puede medirse por el grado de conocimiento e información de las personas que la configuran, de ahí la importancia que atribuimos a estos dos elementos intangibles en la gestión estratégica de la ciudad. (...) Es imprescindible desarrollar una cultura del conocimiento, que valore la reflexión, el análisis, más que la mera disponibilidad de información. (...) En este sentido, es preciso (...) pasar al llamado aprendizaje duradero, es decir, a lo largo de toda la vida, en el cual los individuos no dejan nunca de aprender e incorporar conocimientos en sus actividades diarias».32 Lavapiés ha contado en los últimos años con varias bibliotecas; salas de ensayo para grupos musicales, teatrales, etc; espacios de reunión; salas de conferencias; áreas de autoproducción en nuevas tecnologías; áreas de edición y proyección audiovisual; talleres de artes plásticas, gimnasia, yoga, capoeira...; cines; teatros; centros de medios independientes; espacios de estudio, debate e investigación... Todos ellos producidos por l@s propi@s vecin@s, casi todos ellos desalojados... por ilegales, todos ellos a la búsqueda de nuevos espacios. Mientras, seguimos contando con un Centro Cultural municipal privatizado y clientelar por el que pasan poc@s vecin@s. Tan es así, que el Ayuntamiento vio la necesidad de apropiarse de un proyecto de centro social autogestionado, desarrollado por la totalidad de los movimientos sociales del barrio, lo vació de contenido y creó el Centro ¿Comunitario? Casino de la Reina... privatizado y clientelar. Ante el absoluto fracaso de éste de cara a los vecinos, ya está en marcha un nuevo Centro Comunitario esta vez en la calle Ave María, y no sólo eso, sino que en el PERCU anuncian la creación de un Centro Social Autogestionado (aunque no se sabe dónde ni en qué condiciones) Evidentemente, ninguno de los proyectos mencionados más arriba ha tenido cabida en estos espacios. 4. La imagen de la ciudad. Según el marketing urbano, las ciudades compiten entre sí y en esta competición cobra un especial significado la imagen de la ciudad. La visión de a dónde se quiere llegar, qué es lo que se quiere conseguir, es el aspecto fundamental que sirve de guía para todo el proceso de planificación. «La imagen objetivo es una comprensión intuitiva de la futura situación real, es producto de un esfuerzo creativo colectivo. Es la visualización del estado futuro deseado, que le da significación a las acciones del presente. Esta definición es esencialmente práctica, puesto que entrega dos conceptos claves: a) La idea de que debemos diseñar un sueño, en forma seria y «realista», ya que debe ser un sueño basado en las oportunidades de desarrollo que se detecten y en las posibilidades que se tengan de aprovecharlas; y b) las acciones que hoy emprendamos deben ser congruentes con ese sueño».33 En el caso de Lavapiés, lo poco que las administraciones cuentan de SUS objetivos no tiene casi nada que ver con la realidad que vivimos. Según avanza la «revitalización» del barrio, más nos recuerda a lo que contaba Hanningan 34 de los «cultural distritcs» de los años 80 en los Estados Unidos, donde deliberadamente se concentraban galerías de arte, museos y las propias viviendas de los artistas en zonas urbanas degradadas que pretendían ser regeneradas, buscando competir en el mercado de localizaciones turísticas, de ocio y de la industria cultural.35 El papel que pretende jugar un proyecto como el previsto para la Tabacalera en una estrategia como ésta es evidente. El barrio del Soho, en Nueva York, es uno de los más claros exponentes de esta política. En él se instalaron, efectivamente, muchos artistas y también restaurantes, bares y otras atracciones ligadas al ocio, pero, como señala Zukin36, también se instalaron grandes firmas, franquicias y nuevos negocios. El barrio se puso en el mercado y con ello subieron los precios y se «gentrificó» la zona, y l@s artistas y vecin@s que allí habitaban antes de la intervención desaparecieron en buena medida y con ell@s su diferencia y gran parte de la imagen que lo hizo famoso. Hoy el Soho es sinónimo de cultura «mercantilizada» y en nada innovadora. Su imagen es ficticia, una construcción teórica sin base social que la sustente. Ya en 2001, Tom Wolfe escribía: «18 meses antes del 11 de Septiembre y de la mortal lluvia de cenizas que, a partir del World Trade Center, extendió su manto por toda la ciudad, todos los barrios de artistas del Manhattan meridional -Soho, Noho, WeVar, TriBeCa, el Village y Little Italy- habían pasado ya a la Historia», ya se habían rendido «a la invasión de banqueros, de inversiones, paniaguados de Silicon -en aquellos momentos, forrados- y promotores inmobiliarios».37 Aviso para navegantes. No somos un@s ingenu@s, sabemos que los intereses que defiende el marketing urbano no son otros que los del capitalismo, que lo que busca es el máximo beneficio, el crecimiento sin medida, la acumulación sin límite; sabemos que cuando dice ciudadan@s se refiere a usuari@s y a clientes, que cuando habla de participación está hablando de promoción de sus valores para ser aceptados por el mayor número posible de habitantes... Para conservar su capacidad de atracción frente a las posibles resistencias «el capitalismo está abocado a dotarse de una ideología que actúe, como mínimo, ofreciendo justificaciones, apuntando hacia criterios de justicia.»38 Por eso, porque necesita sumar el máximo de voluntades para tener éxito (para tener el mayor número posible de clientes), el discurso más avanzado del marketing urbano puede parecer amable, incluso «progre». No nos equivoquemos, su objetivo es construir una imagen, una marca, no le importa tanto lo que la ciudad sea, sino lo que parezca. «Las sociedades de mercado son sociedades de la representación. La relación misma de representación lo invade todo, a la vez que separa al máximo al representante del representado. (...) Son sociedades en las que domina la imagen, el fragmento, el consumo, el individuo.»39 «Que la vida es una oportunidad para vivir y no un pretexto para proporcionar noticias a los diarios, entrevistas en la televisión o un espectáculo para muchedumbres de mirones que no tienen nada en la cabeza, son nociones que no se le ocurren al espíritu metropolitano. Para éste, el espectáculo es la realidad y «Â°el espectáculo debe continuar!»40 Cuando hablamos de revisión crítica del discurso del marketing urbano hablamos de reapropiarnos de nuestro discurso y de llevarlo a la práctica hasta sus últimas consecuencias; hablamos de participación real, no mediada por liderazgos ni campañas; hablamos del reconocimiento de la diversidad; hablamos de la potenciación de los valores y las voluntades de l@s ciudadan@s aun cuando estos no favorezcan nuestros intereses, incluso si son abiertamente contrarios; hablamos de acabar con la invisibilidad interesada de los excluidos, del «conmigo o contra mí»; de la dotación de equipamientos necesarios, de educación, de seguridad, de prestaciones sociales... no porque con ello se conseguirá captar más clientes, sino porque la redistribución es la única medida económica socialmente sostenible... Para nosostr@s el éxito de un barrio, el éxito de Lavapiés, consiste precisamente en esto. Para nosotr@s la competitividad urbana no es otra cosa que seguir existiendo, seguir siendo un barrio en una ciudad que fallece y que presiona para sumarnos en su agonía, un barrio con sus peligros y sus zonas oscuras, como debe ser, pero también con su creatividad, su diversidad, su riqueza social, su complejidad... Y para ello, la Tabacalera es imprescindible. La Tabacalera como elemento tangible, como edificio, ha sido y es fundamental para Lavapiés, pero fueron las cigarreras, su intangible, las que la convirtieron en un modelo urbano y social de «éxito» que trascendió a la función decidida por el poder. Sólo la reapropiación del espacio por los actuales intangibles ciudadanos (l@s vecin@s y sus actividades) puede reeditar aquel «éxito». Jugamos en campo contrario, lo sabemos, pero estamos dispuestos a afrontarlo, tenemos costumbre. Sólo falta iniciar el encuentro, la Tabacalera nos espera. Nuestra alternativa. Frente al modelo del Soho, Castells nos pone otro ejemplo de una ciudad americana, «el barrio multimedia» de San Francisco. «â€¦ste (...) se ha generado, en los últimos diez años, en la zona más deteriorada de la ciudad, una vieja zona industrial ocupada, fundamentalmente por dos subculturas: la subcultura sadomasoquista y la subcultura de artistas pobres (...). Estos artistas, un buen día, fueron contactados por empresas de Silicon Valley que querían entrar a fondo en el multimedia, (...) con lo cual se hizo la conexión entre la capacidad artística de creación y la tecnología electrónica más avanzada. De ahí salieron las empresas de multimedia».41 Hoy existen 2.500 pequeñas empresas, de entre 10 y 15 personas como promedio, que han convertido a San Francisco, junto con Nueva York, en los dos centros de diseño real de multimedia. «¿En qué medida, el municipio, ha contribuido al desarrollo de esta zona? (...) Permite que se recalifiquen los usos pero no permite que especuladores inmobiliarios entren, compren y echen, (...) se prohíbe el utilizar esa recalificación de usos del suelo para un proceso de transformación en viviendas de lujo para los que sean más ricos. (...) en estos momentos se ha generado una extraordinaria actividad urbana en la que, junto al trabajo de innovación, se desarrolla el tejido social (...) que da vida a este lugar».42 Este ejemplo nos habla claramente de la oportunidad que supone el fomento de las potencias que se encuentran en un territorio y cómo, el no intentar cambiar la imagen de un barrio, sino muy al contrario dejar que se desarrolle, que crezca y que cambie según dinámicas propias de su devenir, lleva a modelos de mayor éxito. No se trata de un modelo antisistema, muy al contrario, su estrategia parte de intentar entender los mecanismos por los que se rige el capitalismo hoy, explotándolos al mismo tiempo que corrige y complementa las deficiencias que produce. Y sin embargo, deja en evidencia la enorme distancia existente con el modelo «oficial» que se sigue en Lavapiés, cuyo peor defecto no es que sea entregadamente capitalista, sino que es un capitalismo corto de miras y torpe hasta el extremo. Evidentemente nuestro modelo es otro, y no sólo porque carezcamos del más mínimo interés en potenciar los mecanismos por los que el capitalismo se desarrolla (aunque ello suponga mejoras temporales para algun@s), sino porque Lavapiés no es «el barrio multimedia» de San Francisco, su composición social es más «rara» por más diversa; no tiene cerca Silicon Valley ni nada que se le parezca (aunque cuenta con una de las comunidades de software libre más activas de la ciudad); probablemente a much@s vecin@s no les gustaría que se convirtiese en uno de los mayores centros económicos de nada, bastante tienen ya con el «éxito» del comercio mayorista... Pero hay algunos elementos que sí tiene, aún, Lavapiés: potencia, capacidad de generar proyectos, la fuerza del mestizaje, redes ciudadanas... ¿Qué papel podría jugar la Tabacalera desde esta perspectiva?. La fuerza del edificio debería ser la de convertirse en un verdadero espacio público, un espacio colchón, dedicado a los usos imprevisibles. Andrés Canovas nos hablaba en las jornadas ya mencionadas, sobre un posible edificio destinado no (o no sólo) a «museo», ni a «centro de salud»... sino a los usos imprevisibles, un objeto arquitectónico que verdaderamente abriera un mundo estratégico de posibilidades. Un espacio físico que se habilitara con lo mínimo, un proyecto que gastara muy pocos fondos en rehabilitación material (lo imprescindible para mantener el objeto en pie y en condiciones seguras), y que invirtiera tiempo y esfuerzo en planear cómo se podría gestionar tal cosa, de forma que sirviera como marco a la estrategia que hemos apuntado en la crítica democrática, incorporando el edificio a la red del espacio colectivo, como si de una gran plaza se tratara. Un proyecto que podría trabajar a favor o en contra del sistema, tan solo dependiendo de la voluntad de los actores implicados. Un proyecto en fin que entendería cuál es la verdadera imagen de Lavapiés, cuál es su fuerza. Esa imagen y esa fuerza que algun@s han sabido ver, mientras otr@s prefieren seguir trabajando en su deconstrucción, prefieren seguir jugando al «eje cultural», a la arquitectura «de calidad», a la atracción de «jóvenes con mayor poder adquisitivo», al «Lavapiés multicultural» para turistas, sin inmigrantes «peligrosos»... Ellos, con sus museos y sus adoquines portugueses, quieren convertir (están ya convirtiendo) un trozo vivo de ciudad en un escaparate; quieren convertir Lavapiés en un anuncio, en una marca; un proyecto que anunciamos fracasado, aunque esté produciendo sus buenos dineros durante unos años para unos pocos; auténtico «urbanismo cleenex», de usar y tirar. Realmente, un proyecto de marketing urbano de última fila. Y así nos va en esta ciudad.
claveles cigarreros